viernes, 15 de abril de 2011

HASTA QUE EMPIECE A LARGAR

Son dos los fantasmas que se pasean entre los apostadores. Uno se pone al lado de un tragamonedas, esperando que la vieja se canse de jugar. “Cuando alguien le da de comer, después es cuestión de paciencia hasta que empiece a largar”, calcula el ánima.

Le toca el turno y se acomoda en la banqueta giratoria  forrada de terciopelo bordó. La gente le pasa por al lado sin prestarles atención a los movimientos de la máquina, creyendo que están programados. Tanto ignoran la presencia del fantasma que uno se sienta y le quita el juego, ignorando el escalofrío. Será el aire acondicionado.

El aparecido se indigna y se va a suicidar al baño, otra vez, como la primera vez, cuando perdió la casa.

El segundo fantasma no logra diferenciarse del ambiente tan viciado de humo de cigarrillo. Se preocupa por ser un fumador pasivo, olvidándose, entre otras cosas, de que está muerto. “Por otro lado, mejor así”, piensa, no vaya a ser cosa de que otra vez lo vuelvan a agarrar los matones de Marini, como esa oportunidad en que lo reventaron en el estacionamiento y ya nunca se volvió a levantar. “Miserables, por cinco lucas de mierda”, se calienta.

De lejos lo ve al usurero de saco negro, jeans y tostado falso. Se esconde debajo de una mesa de paño y le mira la tanga a la piba nueva, porque los vicios no mueren con el cuerpo. La rubia todavía no entró al book vip del hotel, pero no le falta mucho. Aprende rápido.

Está plantada al lado de un gordo sudado que ya le pasó unas fichas de cincuenta, pero la obligó a jugar. El gordo gana y “es cuestión de tiempo hasta que empiece a largar”, piensa la rubia. Se sube un poco más las tetas, disimuladamente. Después, cuando ve irse las veinte fichas de 500 del gordo, también ella se va. El gordo se agarra la cabeza, pero pone más fichas, aunque menos que antes.

De lejos, Marini le hace una seña para que se acerque. Cuando se le pone al lado, la rubia empieza a respirar por la boca. “Una ironía es que el cafisho use el mismo perfume que papá”, sonríe mientras la ocurrencia le cruza la cabeza.

La lleva por la espalda a la mesa de apostadores fuertes, y la para al lado de un viejo de orejas grandes y caídas. Se pone en coqueta pero el viejo no da bola. Al rato vuelve la cabeza y la mira de arriba a abajo, con el “no va más” de fondo. “A ver si servís de algo, pendeja”, le dice, sin separar la mirada del escote. Ella mira fijo el 21, todo coronado por las fichas azules del potencial cliente.

“¡Ceeeerooo!”, anuncia el groupier. El viejo se desploma, pegándose en la cabeza con el borde de madera noble. La rubia estudia medicina, pero no hace nada. Alrededor se junta gente, y se asoman dos caras traslúcidas. Los fantasmas se acercan al viejo y le dicen: Bienvenido, hermano, al paraíso. Se despega del cuerpo apoyando las manos en el piso alfombrado, mientras sonríe de lado.

1 comentario:

  1. los vicios no mueren con el cuerpo... linda linea che... buen post

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