viernes, 11 de febrero de 2011

PARADA ESPERO


Parte de mi adolescencia transcurrió esperando amigos en la esquina de Córdoba y Corrientes. Fue allí donde, entre otros lugares, me enamoré de mi ciudad. Era el punto de encuentro para seguir camino hacia el parque, comprar regalos de cumpleaños o bien compartir un momento de ocio juvenil. Sentada en el primer escalón, casi agazapada tras el local de ventas de libros de la UNR, para no molestar, veía pasar a la gente atareada, llena de bolsas o de papeles, de traje o de ojotas. Era un agradable plan B para un país que no se jacta de su puntualidad. Uno simplemente hacía tiempo mirando pasar vida y rosarinos. No fueron pocas las veces en que me puse a hablar con alguien que también esperaba.

Esa esquina es emblemática, casi una postal de la Rosario urbana, con cuatro edificios históricos en las ochavas, que sólo te atrapan cuando mirás para arriba, cuando la agenda se detiene y te regala un momento para observar el mundo alrededor. La escalinata de la Bolsa de Comercio se transformaba entonces en una platea ideal y gratuita. Pública.

Este viernes por la mañana, intenté hacer lo mismo que hacía cuando era una adolescente. Hacía años que no me veía en la afortunada situación de poder tomarme unos minutos para reencontrarme con esa vista que me encanta. Enseguida una chica salió para decirme que aquí no se podía hacer eso que yo estaba haciendo: sentarme. Entonces entendí porque había tantos ingresantes de arquitectura haciendo dibujos en el suelo, esquivando los pisotones de los transeúntes. Les habían quitado la esquina que tan buena vista brinda del edificio de La Agrícola S.A, que tiene grado 1b de protección patrimonial. Incluso una chica se las arreglaba para dibujar la Bolsa de Comercio, sentada entre el semáforo y la parada del 107, en hora pico. En tanto, la escalinata seguía vacía, privada, como muerta.

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